Confesiones de libreros

Confesiones de libreros: todo lo que odian de ti

 Bella, poniendo nervioso a un librero

El 70% de los libros que se editan en España siguen siendo en formato impreso. Hay quien dice que prefiere los libros en papel por su olor inconfundible, pero en el fondo de tu alma sabes que hay otro motivo más: el trato con los libreros. Estos ayudan a buscar los libros, recomiendan nuevas lecturas y, a veces, como ocurre con los camareros, ejercen de psicólogos para los clientes. Y en ocasiones, como pasa también con los camareros, los sacamos de sus casillas.

¿Qué actitudes de los clientes sacan de quicio a los trabajadores de las librerías? Hemos creado un grupo de WhatsApp con 13 libreros y libreras de diferentes edades y establecimientos. Les propusimos desahogarse con la promesa de guardar su anonimato. Después de leerlos te lo pensarás mejor antes de pedirles que te busquen una lista de 800 libros para después llevarte dos.

Cuando les demostramos desconfianza con preguntas como estas

“¿Puedes avisar a algún compañero QUE SEPA?”.

“Disculpe, ¿quién de ustedes es el experto en antropología?”. Pues, a ver, no tenemos un experto en todos los campos del saber.

–¿Tenéis el libro X?

–Lo siento, no.

–Entonces, ¿no lo tenéis?

….

¿De verdad no has notado que soy el librero?

Cuando te preguntan «¿trabajas aquí?» mientras atiendes a gente. Mientras colocas libros.

El «¿trabajas aquí?» tiene una versión más perversa: «¿Eres de aquí?» (se fían más si eres librero nativo).

Las formas al pedir un libro

Clientes que se lanzan sobre el mostrador y te escupen el nombre del autor sin decir ni hola: «Montero González».

Que te digan «quiero este» mientras te plantan un móvil frente la nariz. ¿Es que no saben decir un título?

He de decir que, en dos ocasiones, dos clientes diferentes me enseñaron fotos del WhatsApp. BORRADAS. A ver si yo era capaz de discernir en el manchurrón de colores qué libro les había recomendado su primo el de Antequera.

Las listas de las compra

Te entregan una lista larguísima de libros, como si esto fuera la droguería o la charcutería. Y siempre son básicos que tenemos colocados a paletadas en primera línea: ‘La conjura de los necios’, algo de Javier Marías o Almudena Grandes…

O las listas de los universitarios. Hay que explicarle al cliente que los profesores no verifican los títulos de los libros, ni si están catalogados o no, ni para atrás.

Y lo peor: cuando has terminado de buscar todos los libros de la lista te preguntan: «Oye, ¿y cuánto valen?». Se lo dices. «Uy que caros, me llevo solo uno».

No nos hemos leído todos los libros de la librería

Una señora de unos cincuenta años me pidió un par de títulos sobre plantas para su madre. Teníamos los dos. Después de un rato muy largo contándole un poco mi opinión sobre ambos, y habiéndola avisado de que no los había leído, me hace la pregunta de siempre:

-Bueno, ¿cuál te llevarías de los dos?

-Con la información que le acabo de dar, el que usted vea. No los he leído…

-Anda, es que me pasas el MARRÓN a mí.

-…

No tenemos todos los libros que existen. Y menos, si buscas algo que tal vez ni exista

“¿Y no tenéis nada MÁS sobre los Arribes del Duero?». Sí señor, me los quitan de las manos, por eso los escondo.

“¿De verdad no tenéis nada sobre silbo Gomero? Es que no me lo creo”.

Los que se ofenden porque no tienes títulos de su sub-sub-categoria favorita como la tauromaquia aplicada al cultivo de los pomelos o hélices de motoras.

No tenemos un complot para que no encuentres el libro por ti mismo

Te piden un libro que, por lo que sea, no está en la primera línea de la balda y lo tienes que coger de detrás. El cliente, indignado: «Anda, es que lo tenéis ahí escondido». Claaaro…

Jugar a «adivina el libro»

– Me ha encargado mi hija una biografía de un grupo de música y las pistas que me ha dado es que son cuatro tíos buenos británicos.

– ¿Coldplay?

– No me suena… Mi hija tiene 17 años.

– Vale, ¿One Direction?

– ¡Esos, sí!

“Vengo buscando un libro que teníais en el escaparate… Hace unos meses”.

También está la versión Pasapalabra: «Estoy buscando un autor que creo que es polaco y empieza por P”.

Los que piensan que los libros tienen ‘remakes’

«¿No tenéis una versión más sencilla / más larga / más complicada / más corta / adaptada / más barata / bonita / ilustrada / en prosa / en verso?».

Un clásico de la sección de bolsillo: los que no se creen que los libros de bolsillo tengan el mismo texto que la versión grande. «¿Pero aquí viene todo el libro aunque sea más pequeño?».

«¿No tenéis La Celestina / El Quijote / El Buscón en castellano NORMAL?».

Los clientes sobre la bocina

Falta un minuto para cerrar, la verja está casi abajo y entra un cliente. Reptando. Nosotros le aplaudimos y le decimos: «Muy bien, ha reptado de maravilla, peeeero estamos cerrando». Y te responden: «¿Estáis cerrando pero no estáis cerrados, verdad?».

Librero: caballero, estamos cerrando.

Cliente: sí, ya
Librero: señor, es que nos tenemos que ir

Cliente: SÍ, SÍ, AHORA.

[Y así muchos minutos]

Sí, en muchas librerías se venden gafas, pero esto no es una óptica

– Niña, ¿qué tal me quedan estás?

– Yo se las veo bien.

– Me gustan más en rojo, ¿Tienes las mismas en rojo? ¿Pero de dos dioptrías?

– Solo en ese color.

– Son de cuatro dioptrías, pero si me alejo un poco veo bien, ¿qué te parece?

– Señora, no soy óptica.

«Si me llevo solo la montura y me quitas los cristales, ¿me haces un descuento?».

– Perdona, ¿aquí me podéis graduar la vista?

– Somos una librería. No tenemos ese servicio.

– ¿Anda y entonces dónde?

– Señora, en una óptica.

Que un libro esté a la venta en la web no significa que lo tengamos precisamente en esta tienda

«¿Me das este libro? En la web dice que está».

«Lo he visto en la web, así que tenéis que tenerlo».

 

Fuente: verne.elpais.com

Dependencia e inseguridad

La dependencia (apego) y la inseguridad, enemigos de la aceptación

-«Yo jamás podría vivir en otro lugar». «¿No volver a comer chocolate? ¡Imposible!». «Si me deja mi pareja, me muero, no puedo vivir sin ella»-. 

¿Te suena alguna de estas frases? Seguro que las has oído, pensado o sentido alguna vez. Todos lo hacemos, forma parte de nuestra naturaleza.

Como en la leyenda del alpinista que, cegado por una ventisca y a punto de caer, se agarraba cada vez más fuertemente a una soga para evitar el abismo. Nos aferramos a creencias, objetos, recuerdos y personas, pensando que será eso lo que nos salvará.

Nada más lejos de la realidad. Solo nosotros mismos tenemos la llave de nuestra liberación, a través de la autoestima, la meditación y el pensamiento positivo.

El apego es necesario. En comparación con otros animales, los seres humanos llegamos al mundo en un estado bastante inmaduro. Necesitamos de los demás, y eso es bueno. Cuidarnos nos ha dado una ventaja evolutiva importante, de hecho, estudios recientes demuestran que ese podría ser el secreto de nuestro éxito como especie.

Sin embargo, en la edad adulta, el apego y la dependencia no son más que la cara B del miedo y constituyen el mayor obstáculo entre tú y tu felicidad.

¿Amor verdadero o inseguridad disfrazada? Admítelo, las películas de Hollywood y las canciones románticas nos han hecho mucho daño. No solo en lo que al amor de pareja se refiere, sino también al afecto entre padres e hijos, hermanos o amigos.

No, no es maravilloso tirarse los platos a la cabeza y luego hacer las paces apasionadamente. Tampoco es gracioso que tu madre no acepte a ninguna de tus novias o que tu mejor amiga se ofenda si no la llamas para hacer un plan.

Si es tóxico, no es amor. El amor busca la felicidad del otro, el apego es egoísta.

A continuación, te damos algunas claves para detectarlo:

CelosUno de los grandes problemas es su enorme aceptación social. Es tentador sentirse halagado ante este tipo de manifestaciones. Pero no te confundas, los celos nunca son síntoma de amor, sino de inseguridad, manipulación y falta de autoestima. Son tremendamente tóxicos y es prioritario que los elimines de tu vida.

¿Qué tal si, en lugar de perpetuar la cultura de la posesión, educamos a nuestros hijos en tener confianza en el otro y en sí mismos?

Dominio

«¡Aquí se hace lo que yo diga!» El dominio puede tomar formas muy evidentes, como en esta frase, o puede ser algo mucho más peligroso y sutil. Algunas consecuencias son la destrucción de la autoestima del otro o su aislamiento paulatino, por ejemplo.

¿Has dejado de ver a tus amigas desde que estás en pareja? ¿Tienes que consultar con alguien todas las decisiones que tomas, por pequeñas que sean, para evitar conflictos?

Culpabilización del otro

No eres responsable de las emociones de tu pareja, de tu madre o de tu amiga. Ni ellos de las tuyas. Culpabilizar, consciente o inconscientemente, a los demás de tus estados de ánimo es un síntoma de inmadurez.

Hay una diferencia, sutil pero clara, entre apoyar a alguien y ser responsable de su bienestar. No te engañes, todo lo que hagas por los demás debe salir de tu corazón y no de las expectativas del otro.

Todo es un drama

¿Has dejado de expresarte con libertad y mides tus palabras para que no te la líen? ¿Cada pequeña discusión se convierte en un drama? ¿Las comidas familiares acaban como el rosario de la aurora?

Aunque resulte divertido en las películas, la mala gestión de las emociones en la vida real es fuente de sufrimiento y enfermedad. Debemos ser conscientes de ello, trabajar en este sentido y poner límites de forma asertiva. Ser dueños de nuestras emociones, y no al revés.

Meditación para la autoestima y el desapego

Al contrario de lo que parece, el apego nos debilita. Nos mantiene continuamente preocupados y es una fuente de sufrimiento. Nos hace creer, falsamente, que nuestra felicidad está fuera de nosotros mismos, lejos de nuestro control.

La buena noticia es que eso no es cierto. Todo lo contrario. Alcanzar una existencia más plena es posible y está en tu mano. El crecimiento personal y el avance espiritual solo se pueden dar a través del desapego.

Aprender a soltar es la clave para atraer el amor con mayúsculas.

Cultivar el desapego requiere que vivamos en el presente, en el aquí y ahora, y que dejemos fluir. El primer paso, como en todo proceso profundo, es tomar conciencia. Soltar no es sencillo, lo fácil es aferrarse bien fuerte. Nuestras creencias limitadoras se interpondrán en nuestro camino. Es un viaje que requiere de coraje y confianza. Sin embargo, como nada en esta vida es eterno, cuanto antes lo emprendamos, mejor.

La meditación te mantiene anclado en el presente y te conduce a liberar la conciencia. La clave de la práctica es no agarrarse, ni a los pensamientos, ni a las sensaciones corporales ni a los estímulos externos. Puedes comenzar por la meditación guiada, específica para trabajar el desapego, e ir avanzando en el proceso. Lo normal es que, al iniciarnos en la práctica, nuestra propia mente fabrique juicios, dudas y autocríticas que debemos dejar pasar.

Tus estados mentales son solo eso, estados mentales. Tus creencias no son tú. Liberarte de ellas es entrar en armonía con tu esencia y será beneficioso para ti, y para todos los que te rodean.

¡Pero tampoco te aferres a la meditación! Si meditamos para obtener algo, estamos volviendo a caer en la trampa de las expectativas. La propia actitud meditativa es aprender a soltar y eso irá ocurriendo poco a poco.

El proceso de cambio es continuo, el crecimiento nunca termina y el final del camino es desprenderse del ego, que es el verdadero responsable de nuestros apegos.

Solo cuando tengamos la confianza de soltar la cuerda, igual que el alpinista cegado por la ventisca, nos daremos cuenta de que la salvación estaba a solo un metro de nuestros pies.

Fuente: Crearsalud.org

Lugares de Castilla y León

 

 

Fuente: hola.com